El gran acuerdo

El gran acuerdo

El gran acuerdo

Por Luis Wertman Zaslav

Las cumbres de líderes, públicos o privados, son como las fiestas o las reuniones de “networking”: existe una agenda general, pero los acuerdos importantes se consiguen en los encuentros uno a uno. ¿Cuántos tratos no se han cerrado en la fila de la comida, en un pasillo o antes de que se abran las puertas del elevador?

 

En esos espacios, siempre surge una empresa (o un país) al que la mayoría de los asistentes quiere contactar. Previamente, se ha hecho el análisis y se ha obtenido información acerca de sus indicadores principales y de las oportunidades de negocio que puede representar una alianza o un proyecto en conjunto. Las convenciones y los congresos, por ejemplo, son lugares en los que se perfilan a los nuevos jugadores del sector y a uno que otro “unicornio”. Así que no tendría que ser muy distinto cuando hablamos de las reuniones entre países.

 

El llamado “Grupo de los 20” tuvo una sesión en Río de Janeiro, Brasil, al inicio de esta semana con una lista de temas pendientes que influyen en el destino de todos en el planeta. Acudieron a la cita las y los mandatarios de las economías más poderosas del orbe, varios en circunstancias delicadas y en un escenario geopolítico que todavía espera definiciones y se ha tornado riesgoso al cierre de este año.

 

Sin embargo, hubo un país que fue el centro de atención: el nuestro. La revisión de las fotografías puede ser superficial, pero la información que se ha hecho pública hasta el momento confirma que la presencia de México y de su Presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, fue uno de los momentos más destacados, especialmente en los encuentros bilaterales.

 

¿Puede darse un gran acuerdo comercial y económico con México como piedra angular? Parece que sí y que naciones de todos los continentes están interesados en llevarlo a cabo. Las condiciones están y las facilidades para la inversión existen; incluso el espacio para que naciones rivales en los negocios mundiales puedan obtener ganancias al participar en nuestra economía.

La convergencia de intereses es la columna vertebral de la diplomacia y de los buenos negocios; también de la política, cuando se hace bien, porque cuando hay beneficios para todas las partes involucradas, los principales resultados son la paz y la prosperidad. Eso le conviene hasta al país más proteccionista o al que amenaza con tarifas y cierres para tratar de mantener una planta productiva en un planeta globalizado, que es lo mismo que intentar agarrar agua a puños.

 

Hay dos enormes retos que enfrentamos como humanidad y que son fundamentales para el beneficio de la mayoría: la protección de los recursos naturales y la reducción de la desigualdad a un nivel que no tenga precedente. Los mercados del futuro dependen de ello y la redistribución de la riqueza ya ha dejado de ser un tema de justicia social, tanto como un asunto de viabilidad de nuestra especie para seguir habitando la Tierra.

 

La ilusión de quienes concentran (lo que sea) de que son inmunes a la naturaleza y a los riesgos del cambio climático y pueden superar ambos, explorando el espacio o construyendo refugios secretos en las montañas, sigue estando más en el terreno de las películas que en el de la realidad objetiva.

 

Es importante para las empresas, de todo tamaño, estar informadas de lo que sucede en su mercado, en su industria, en un entorno económico cada vez más complejo y, sobre todo, en lo que sucede con el país para aprovechar esta afortunada coyuntura de intereses. Sabemos que existen varios retos que debemos resolver, como en todas las naciones, pero lo que ocurre en México debe analizarse con mayor profundidad por la iniciativa privada para que, sin apasionamientos, se actúe con oportunidad. Una sociedad más equitativa y un país que haga realidad su pleno desarrollo dependen de ello. Llegó la hora del sector privado mexicano.

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