Convencimiento

Convencimiento

Convencimiento

Por Luis Wertman Zaslav 

Creo que existe una enorme diferencia entre la firmeza de las ideas y la necedad pura. Y esta se encuentra en los argumentos y las razones que fundamentan nuestros pensamientos. Entre más información, análisis, reflexión, le ponemos a lo que consideramos, mejores son las ideas, las opiniones y el criterio con el que nos conducimos como personas.

Sin embargo, vivimos en un cambio de época en el que confundimos una opinión con un juicio razonado y dedicamos poco tiempo a estudiar lo que nos rodea, antes de compartirlo con los demás; muchas veces, con el solo interés de imponer a otros nuestra percepción.

El problema de la percepción es que se trata solo de la primera capa que recubre situaciones y asuntos complejos. Vivir, una disculpa por el ejemplo, es similar a pelar una cebolla; son varias capas las que necesitas remover para llegar al centro y, en el proceso, entender las partes del todo y la composición general, a partir de cada etapa.

Hoy, la prisa de nuestra forma de convivir nos hace una sociedad de la primera capa. Profundizamos poco, porque aparentemente no tenemos tiempo; pero eso que aceptamos como un elemento válido, lo pasamos a alguien más sin advertirle que se trata de un pedazo de información que viene sin contexto, sin referencia, sin fuentes fiables, y tampoco mencionamos que su único valor es que coincide con alguna impresión que tuvimos sobre un acontecimiento que nos parece relevante.

En ese torbellino de datos inconexos hemos aceptado que se mezcle la ciencia, con las teorías conspiratorias, con los argumentos de odio y rechazo, además de los discriminatorios. Todo pareciera válido si apoya el mínimo esfuerzo que significa pensar un poco, antes de concluir con un punto de vista que no tiene bases sólidas.

Lo vemos en las redes sociales y en el paulatino agotamiento que ya se aprecia en varias de sus plataformas más populares. Las y los jóvenes está lejos de un diálogo profundo, porque los espacios que podrían auspiciarlo están ocupados por descalificaciones, información deficiente y ataques de bandos que ya ni siquiera pueden identificarse con claridad.

Esto no es nuevo y tampoco sirve de consuelo. Vivimos una transición no solo de modelo social y económico, sino también de pensamiento respecto de lo que considerábamos que era el mundo que habitamos. Felizmente, surgen con fuerza valores comunes que se pensaban anticuados como la tolerancia, la generosidad y la ética; a pesar de que, simultáneamente, regresan con un impulso similar la discordia, el racismo y una forma de clasismo que no tendría lugar en este momento, a menos de que revisáramos con cuidado la manera en que ciertos intereses han empujado la vieja idea que afirma que estamos irremediablemente divididos y que solo podemos organizarnos en determinadas comunidades tribales compuestas por personas que se ven, se escuchan y se hablan siempre de la misma manera. Por supuesto que eso es un error.

Las sociedades que han logrado prosperar y dejar un legado valioso en la historia de la humanidad han sido las que permitieron que la riqueza de la diversidad fuera su motor. Cuando eso no ocurrió, nombramos a ese periodo con una simple palabra: oscurantismo. 

La etapa que siguió recibió justo el nombre contrario, para recordar permanentemente la diferencia: renacimiento. Y en esa época luminosa para la ciencia, el conocimiento y las artes, florecieron las mentes más brillantes de nuestra historia y se desarrollaron avances que nos acompañan hasta hoy.

¿Es posible que un nuevo lapso de oscurantismo apareciera en plena época de la inteligencia artificial? Podría ocurrir, pero eso depende de que perdiéramos esa consciencia social que nos ha convencido de que las mejores vías para construir la paz y vivir con tranquilidad no provienen de las diferencias, sino de que coincidamos en lo fundamental para crecer como sociedad.

Pienso que ese cambio de época ha sido posible, precisamente, porque la consciencia de la mayoría acerca de las causas de nuestros problemas sociales inmediatos, esos que más nos afectan por su cercanía a nuestra vida cotidiana, se ha fortalecido a partir de una reflexión colectiva sobre lo que no deseamos volver a vivir; lo que debemos hacer cada uno para encontrar soluciones de largo plazo, y ese renovado espíritu de que solo con unidad, respeto y tolerancia, podemos disfrutar de comunidades abiertas y libres, que actúan conforme los valores y principios que nos permiten consolidar una sociedad inteligente.

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