Administrar, repartir y compartir

Administrar, repartir y compartir

Administrar, repartir y compartir

Por Luis Wertman Zaslav 

En un mundo con recursos limitados (al menos para nosotros como especie), la fórmula que luce más sana para preservar nuestra presencia es la que garantice la mayor igualdad posible. El desequilibrio entre minorías y mayorías amenaza, más que cualquier otro riesgo, la estabilidad del momento presente y, como una sola sociedad, debemos emparejar la balanza.

Creo que ante el cambio climático que ha modificado todos los ciclos naturales que conocemos, hemos entendido (espero) que una prioridad es la administración de los recursos renovables y no renovables con los que contamos. En menos de lo que lo escribo, las demandas por aire limpio, agua potable, tierra fértil, árboles, plantas, particularmente en zonas urbanas, sustituirán a varias de las peticiones ciudadanas a las que estamos acostumbrados a exigir en el último medio siglo.

Eso quiere decir que el reto de las sociedades del futuro cercano será una correcta administración de esos recursos vitales, ya sea por medio de la tecnología o de la organización efectiva de la ciudadanía. Un ejemplo que debería alertarnos: las generaciones de campesinos y expertos en el cultivo de la tierra cada vez son menos numerosas, lo que podría poner en peligro la producción alimentaria. Espero que nadie haya pensado que los mangos o los jitomates llegan por arte de magia a los estantes del supermercado. Alguien, muchas y muchos, todavía tienen en sus manos la encomiable tarea de cosechar lo que llevamos a nuestras mesas.

Esa administración tiene que ser eficiente, capaz y frugal en sus costos para que los beneficios puedan llegar a la mayoría. Cuidar el agua que necesitamos todos es un desafío en que participamos, los deseemos o no. Claro que hay una responsabilidad de autoridades y gobiernos, pero los hábitos para consolidar una cultura del aprovechamiento del líquido, nace y crece entre nosotros. Igual ocurrirá con la contaminación, los minerales, los árboles y las diferentes especies que surgen de la tierra. Cómo repartir los frutos de manera justa y equitativa será una labor general, en la que sociedad y autoridad deberán actuar con mucha sensibilidad.

El segundo componente de una posible fórmula para mantenernos en el planeta es la distribución. Su antípoda es la concentración y esa ha sido una de las fallas de nuestra época; una que ha gozado de un periodo de monopolio económico, territorial y hasta tecnológico. Naciones del planeta no logran prosperar por deudas, contratos leoninos y otras estrategias que fueron acordadas hace varios siglos por las potencias de entonces para que solo sirvieran como surtidores de materias primas y mano de obra barata. Dudo que podamos seguir dándonos ese lujo.

Repartir, otra vez, con justicia es la mejor manera de garantizar la paz en comunidades, regiones y países. Creo firmemente que el lapso de los imperios ha pasado; sin embargo, el deseo de que lo más quede en manos de los menos, es una tentación que es difícil de evitar cuando hay escasez y cuando vivimos en cierta abundancia. La codicia es un mal hábito desde cualquier punto de vista y bajo cualquier tesis filosófica. En los años por venir será además un comportamiento que puede descarrilar sociedades enteras y, como algunos casos del pasado, hacerlas desaparecer.

Un antídoto es forjar sociedades que hagan de la generosidad un acto cotidiano. Compartir es un comportamiento que hace surgir los mejores valores que hemos desarrollado y también es la base de sociedades auténticamente modernas. Los periodos más luminosos de nuestra historia en el planeta han sido aquellos en las que las ideas se han expandido sin restricciones; así como los principios basados en la universalidad, la integridad y la prosperidad común.

Administrar, repartir y compartir podría ser la clave para frenar muchas de las amenazas que tanto preocupan a los especialistas de nuestro tiempo. El uso responsable de la inteligencia artificial, de la biotecnología aplicada a nuestra salud, de la agrobiotecnología que todos los días desarrolla semillas más resistentes y cultivos diseñados para soportar las inclemencias del tiempo, y las soluciones en el campo de la energía que podrían frenar la polución ríos, océanos y en la misma atmósfera.

¿Somos capaces de revertir los daños y pasar a una etapa de construcción en todos los sentidos? Es lo que estamos muy cerca de averiguar. Nuestra consciencia y nuestro esfuerzo debe enfocarse en ello. Si lo logramos, un nuevo periodo de renacimiento será posible. Trabajemos para que así suceda.

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