Esas mayorías

Esas mayorías

Esas mayorías

Por Luis Wertman Zaslav

Coincidir transversalmente es difícil para cualquier sociedad. Ponernos de acuerdo en la mayoría de los segmentos es el principal reto que se tiene cuando formamos parte de una comunidad. Si la asamblea de vecinos de un edificio es compleja, imaginemos lo que es entendernos como país.

Pero, felizmente, sucede. Y cuando una amplia mayoría coincide, es el mensaje social más poderoso que puede enviar un conjunto de personas inteligentes. Eso no quiere decir que todo está arreglado o que no tomemos en cuenta a quienes no piensan como esa mayoría, por abrumadora que esta sea.

Simplemente, debemos celebrar los consensos, sobre todo si se dan entre los segmentos más y menos favorecidos; con mayor o menor acceso a la educación; de ingresos medios, bajos y altos; jóvenes, adultos y adultos mayores; de diferentes preferencias y de distintos orígenes. Eso es lo importante, porque enriquece a una sociedad y la hace avanzar.

Comprendo la molestia de algunos sectores y también la incertidumbre de quienes han tomado la decisión de apartarse del diálogo público, por la razón que sea. Pero las y los que han dado un paso al frente para participar activamente, formarse otra consciencia cívica, y asumir sus obligaciones ciudadanas, hoy son los autores de este cambio de época.

El análisis de los porcentajes y de los números finales ya está a la vista de todos nosotros. Quien desee revisarlo se dará cuenta que no es posible llegar a ningún resultado abrumador si no existe una coincidencia masiva en una decisión o en un propósito.

Por supuesto que muchos problemas siguen aquí, pero ese no es el mensaje que ha enviado esa gran mayoría. Lo que se ha manifestado contundentemente es que se continúe con lo que se está haciendo para resolver cada pendiente en forma definitiva. El desafío ahora es lograr avanzar en estas soluciones y explicar bien qué hace falta y cuánto tiempo más va a llevar cada uno de estos procesos.

La noticia para nosotros como ciudadanos es que hoy tenemos puentes de comunicación en donde intercambiamos lo que, a nuestro juicio, realmente está pasando en nuestra vida y en el país que habitamos. No hay brecha digital, ni noticias falsas o supuestas polarizaciones, que nos impida ver lo que necesitamos, lo que hemos logrado juntos y lo que queremos ver en los próximos años.

Eso no existía antes, se los dice una persona que había visto varios intentos de cambio que no fructificaron. Nos llegó este, que ha sido un paso de una época a otra, distinto a cualquier otro, pero con denominadores comunes que ahora nos permiten dialogar de abajo hacia arriba, de un extremo al otro, de generación a generación. Tal vez, ese es el sistema que tanto anhelábamos y tanto se nos prometió. Ese que los filósofos llamaron democracia.

Tranquiliza mucho que las y los jóvenes estén informados y presentes para asumir el papel que les toca en su sociedad. Vencer la impresión de que son seres apáticos, concentrados en las pantallas de sus dispositivos, no es fácil, porque estamos repletos de mensajes que así los encasillan. Espero que aprendamos la lección de que por tener hábitos distintos, eso no nos hace menos capaces de darnos cuenta de lo que ocurre.

Más bien, mi preocupación ahora se centra en mi generación y en las que están arriba en edad y abajo, no por muchos años. Ahí fue donde pude ver mayor manipulación, prejuicios y miedos trasnochados. Mi sugerencia es que se acerquen a sus jóvenes y platiquen para vivir tranquilos, aunque la lógica diría que debe suceder al revés y que los adultos tendríamos que ser los guías.

No obstante, hay espacio para la esperanza. Y esa es la mejor noticia que podemos recibir. Sigamos dialogando, para seguir coincidiendo. Escuchemos los diferentes puntos de vista, abramos la mente y los brazos para quienes cambian o no cambian de opinión, porque ninguna mexicana y ningún mexicano, en nuestro territorio o en algún otro país, sobra. Necesitamos a esas mayorías a partir de ahora, porque entramos a la etapa de solucionar problemas añejos y de romper obstáculos históricos. Qué bueno que en esta inmensa tarea podemos hablarnos en todas direcciones.

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