La historia de la comunidad comienza hace tres milenios en el lugar donde convergen los caminos de Oriente y Occidente, en el crisol de culturas que durante siglos fue Siria, específicamente en su segunda ciudad más importante, Alepo.
Las primeras noticias de la comunidad datan de la época de la destrucción del Segundo Templo. Para el siglo 11, ya existía una comunidad próspera y numerosa, compuesta principalmente por judíos del Medio Oriente. En el siglo 15 y comienzos del siglo 16, se unieron judíos expulsados de España y Portugal, seguidos por aquellos provenientes de Francia, Inglaterra e Italia.
En Halab, la mayoría de los judíos eran pobres debido a las limitaciones en el acceso a puestos civiles, administrativos y militares. A pesar de la pobreza material, la comunidad se destacaba por su riqueza moral y espiritual, siguiendo los preceptos de maestros del saber judío, algunos de los cuales vivieron en la ciudad, incluyendo a Maimónides, quien dedicó su guía de los Perplejos a un rabino de la comunidad.
Alepo, con 200,000 habitantes, albergaba de 3000 a 4000 familias judías. A pesar de las condiciones precarias de vida, la convivencia entre árabes, judíos y cristianos se basaba en el respeto mutuo a las creencias. La mayoría de las viviendas eran modestas, con un solo cuarto que servía como dormitorio, comedor y sala. El mobiliario consistía en un baúl para la ropa y tapetes y cojines para sentarse.
La alimentación se centraba en pan de harina de trigo horneado dos veces a la semana, complementado con aceitunas, queso y verduras de temporada cocinadas con aceite y kipe. A pesar de las limitaciones, la comunidad mantenía fuertes lazos de amistad, solidaridad y ayuda mutua.
Cuando comenzaron a llegar noticias de América, el destino de la comunidad cambió. Muchos judíos de Alepo empezaron a soñar con emigrar y dejar de ser ciudadanos de segunda en Siria. Así, algunas familias tomaron el tren a Beirut, luego un barco a Marsella y, finalmente, viajaron a América, desembarcando en Veracruz y trasladándose a la Ciudad de México.
En México, la adaptación fue un desafío. La estación Buenavista los recibió con una lengua desconocida, pero con la ayuda de familiares, comenzaron su vida en La Merced. Pronto, la comunidad se estableció y contribuyó al desarrollo de la sociedad mexicana.
La década de 1910 trajo consigo la Revolución Mexicana, aunque su impacto en la vida diaria de la comunidad fue palpable a partir de la llamada Decena Trágica en 1913. Durante esta época, la violencia hizo que la circulación por las calles fuera casi imposible.
En 1912, la comunidad dio un paso significativo al mudarse a la calle de Jesús María, donde se estableció el primer Beit Knesset Ketaná, marcando el inicio de la formación de la comunidad. Ese mismo año, se fundó la primera organización de beneficencia judía en México en Monte Sinaí.
La década de 1920 fue testigo de la llegada de Mordejai Attie a México, un rabino emprendedor que lideró la formación de un grupo de jóvenes discípulos. Gracias a su impulso, en 1932, se inauguró el Templo Rodfe Zedek en la calle de Córdoba.
El año 1938 marcó un hito crucial con la fundación de la Sociedad Sedaká y Marpé. En ese momento, la comunidad se unió para abordar los problemas financieros y ayudar a aquellos en situación precaria. La organización introdujo la financiación a través de cuotas, inspirada en la tradición de la Arijá de Alepo.
La década de 1930 también vio la formación de Juventud Maguén David, una organización que reunía a jóvenes en la calle de Chihuahua 110 para tertulias y bailes. Este periodo de entusiasmo y libertad en México contrastó con las noticias preocupantes que llegaban de Europa, especialmente con la escalada de propaganda nazi.
En 1938, ante la creciente amenaza, se fundó el Comité Central Israelita en México para contrarrestar la propaganda nazi y ayudar a los judíos europeos a encontrar asilo. Durante estos años, el autor participó como representante de la comunidad en el Comité Central.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron testigos de la gestación del Estado de Israel y los desafíos que enfrentaron los judíos de Alepo. La comunidad mexicana se unió para recaudar fondos y ayudar a aquellos que sufrían las consecuencias de los ataques en Siria.
En las siguientes décadas, la comunidad continuó creciendo rápidamente. En 1962, se inició la construcción de la Sinagoga Maguén David en Polanco, reflejando el crecimiento y la expansión de la comunidad. Se establecieron nuevos templos, escuelas y comités de servicios al socio.
Aunque se ha construido mucho en estos cien años, el autor destaca la importancia de las raíces, la esencia que ha permitido a la comunidad mantenerse sólida. Se enfatiza el papel fundamental de la solidaridad y el trabajo conjunto que han llevado a superar adversidades y a construir una comunidad vibrante.
Así, el relato llega al presente, donde las nuevas generaciones están invitadas a tomar la palabra y continuar tejiendo la historia de la comunidad.
Las primeras noticias de la comunidad datan de la época de la destrucción del Segundo Templo. Para el siglo 11, ya existía una comunidad próspera y numerosa, compuesta principalmente por judíos del Medio Oriente. En el siglo 15 y comienzos del siglo 16, se unieron judíos expulsados de España y Portugal, seguidos por aquellos provenientes de Francia, Inglaterra e Italia.
En Halab, la mayoría de los judíos eran pobres debido a las limitaciones en el acceso a puestos civiles, administrativos y militares. A pesar de la pobreza material, la comunidad se destacaba por su riqueza moral y espiritual, siguiendo los preceptos de maestros del saber judío, algunos de los cuales vivieron en la ciudad, incluyendo a Maimónides, quien dedicó su guía de los Perplejos a un rabino de la comunidad.
Alepo, con 200,000 habitantes, albergaba de 3000 a 4000 familias judías. A pesar de las condiciones precarias de vida, la convivencia entre árabes, judíos y cristianos se basaba en el respeto mutuo a las creencias. La mayoría de las viviendas eran modestas, con un solo cuarto que servía como dormitorio, comedor y sala. El mobiliario consistía en un baúl para la ropa y tapetes y cojines para sentarse.
La alimentación se centraba en pan de harina de trigo horneado dos veces a la semana, complementado con aceitunas, queso y verduras de temporada cocinadas con aceite y kipe. A pesar de las limitaciones, la comunidad mantenía fuertes lazos de amistad, solidaridad y ayuda mutua.
Cuando comenzaron a llegar noticias de América, el destino de la comunidad cambió. Muchos judíos de Alepo empezaron a soñar con emigrar y dejar de ser ciudadanos de segunda en Siria. Así, algunas familias tomaron el tren a Beirut, luego un barco a Marsella y, finalmente, viajaron a América, desembarcando en Veracruz y trasladándose a la Ciudad de México.
En México, la adaptación fue un desafío. La estación Buenavista los recibió con una lengua desconocida, pero con la ayuda de familiares, comenzaron su vida en La Merced. Pronto, la comunidad se estableció y contribuyó al desarrollo de la sociedad mexicana.
La década de 1910 trajo consigo la Revolución Mexicana, aunque su impacto en la vida diaria de la comunidad fue palpable a partir de la llamada Decena Trágica en 1913. Durante esta época, la violencia hizo que la circulación por las calles fuera casi imposible.
En 1912, la comunidad dio un paso significativo al mudarse a la calle de Jesús María, donde se estableció el primer Beit Knesset Ketaná, marcando el inicio de la formación de la comunidad. Ese mismo año, se fundó la primera organización de beneficencia judía en México en Monte Sinaí.
La década de 1920 fue testigo de la llegada de Mordejai Attie a México, un rabino emprendedor que lideró la formación de un grupo de jóvenes discípulos. Gracias a su impulso, en 1932, se inauguró el Templo Rodfe Zedek en la calle de Córdoba.
El año 1938 marcó un hito crucial con la fundación de la Sociedad Sedaká y Marpé. En ese momento, la comunidad se unió para abordar los problemas financieros y ayudar a aquellos en situación precaria. La organización introdujo la financiación a través de cuotas, inspirada en la tradición de la Arijá de Alepo.
La década de 1930 también vio la formación de Juventud Maguén David, una organización que reunía a jóvenes en la calle de Chihuahua 110 para tertulias y bailes. Este periodo de entusiasmo y libertad en México contrastó con las noticias preocupantes que llegaban de Europa, especialmente con la escalada de propaganda nazi.
En 1938, ante la creciente amenaza, se fundó el Comité Central Israelita en México para contrarrestar la propaganda nazi y ayudar a los judíos europeos a encontrar asilo. Durante estos años, el autor participó como representante de la comunidad en el Comité Central.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron testigos de la gestación del Estado de Israel y los desafíos que enfrentaron los judíos de Alepo. La comunidad mexicana se unió para recaudar fondos y ayudar a aquellos que sufrían las consecuencias de los ataques en Siria.
En las siguientes décadas, la comunidad continuó creciendo rápidamente. En 1962, se inició la construcción de la Sinagoga Maguén David en Polanco, reflejando el crecimiento y la expansión de la comunidad. Se establecieron nuevos templos, escuelas y comités de servicios al socio.
Aunque se ha construido mucho en estos cien años, el autor destaca la importancia de las raíces, la esencia que ha permitido a la comunidad mantenerse sólida. Se enfatiza el papel fundamental de la solidaridad y el trabajo conjunto que han llevado a superar adversidades y a construir una comunidad vibrante.
Así, el relato llega al presente, donde las nuevas generaciones están invitadas a tomar la palabra y continuar tejiendo la historia de la comunidad.