Tender ambas manos

Tender ambas manos

Tender ambas manos

Por Luis Wertman Zaslav

José Martí publicó, en 1891, “Versos sencillos”, un hermoso libro de poemas que contiene uno de los más conocidos en el idioma español: “Cultivo una rosa blanca”, que solía enseñarse en la primaria, por su belleza, armonía y mensaje. Una de sus frases describe al aprecio que se le tiene a un amigo que le da a uno “su mano franca”.


En la cultura latina, dar la mano es un acto de confianza y de compromiso. Dejar a alguien con la mano tendida es una de las peores ofensas que existen, una que puede no olvidarse jamás. Tomar las dos manos de una persona, en un saludo, puede interpretarse como una importante demostración de cariño y respeto.


Cuánto significado hay en un buen apretón de manos y qué imagen poderosa se construye cuando caminamos hacia alguien con la mano abierta y dispuesta. Es posible, que una de las mejores prácticas sociales que podemos llevar a cabo de ahora en adelante es tender ambas manos a cuantas personas sea necesario.


Todas las filosofías, todas las religiones, promueven la solidaridad y el apoyo entre semejantes. En los deportes, se reconoce oficialmente el llamado “juego limpio” y muchos atletas se vuelven virales cuando deciden anteponer la ayuda a un competidor antes de continuar con su trayecto, ya sea estando cerca de la meta en un maratón o frente a la portería abierta, porque se lesionó el guardameta. Actuar a favor de alguien que lo necesita es una muestra nítida de humanidad y recupera la mejor concepción que podemos tener de nosotros mismos.

  
Un principio social y personal establece que, cuando apoyas a otra persona, el primer beneficiado eres tú. La ciencia ha confirmado que es más gratificante y saludable dar que recibir, y que uno de los mejores remedios naturales para el ánimo es compartir con familiares, amigos y desconocidos.

  
La generosidad crea lazos muy fuertes entre los seres humanos y una sociedad inteligente es aquella que no deja a nadie atrás. Pensar en que somos malagradecidos o tenemos poca memoria cuando se nos echa la mano de verdad es un error demasiado común en ciertos segmentos de nuestra población.

En realidad, sucede lo contrario. Somos una sociedad solidaria, que destaca en los peores momentos y saca lo mejor de sí misma en emergencias, en desastres naturales y en causas que son sensibles a la mayoría. Por eso no debemos dejar de apoyar o de buscar apoyo cuando lo necesitemos.

  
Hagamos a un lado cualquier llamado a dejar de ser solidarios. El dicho “hoy por ti, mañana por mí”, es solo una parte de la auténtica ayuda que podemos brindar como personas, porque cuando lo hacemos constantemente, la desigualdad se reduce y la convivencia social mejora. Tender las manos en estos momentos es una forma de reconciliar (difiero de la idea de que estemos peleados de alguna manera) a quienes pueden sentir que no han sido incluidos por la mayoría, pero el verdadero significado de hacerlo es el de convencer de que podemos seguir caminando juntos. Ayudar desinteresadamente habla más de nosotros, y de nuestra educación, que de quienes reciben nuestra asistencia.

  
También es un ejercicio moral para comprender las emociones, por encontradas que sean a las nuestras, de las personas que han adoptado mensajes y actitudes que consideran no apoyar a los demás como una forma de protesta. Ese es un argumento débil, si no absurdo, porque apela a que renunciemos a los valores y principios que nos son comunes y, eso sí, busca divisiones inexistentes que solo se explican por miedos invisibles y amenazas fantasmales.

  
Es mejor fortalecer nuestro civismo y aumentar nuestra participación social para construir las condiciones de vida en la que el bienestar común prevalezca. Ninguna nación prospera sin compartir y ningún país crece cuando la mayor parte de los recursos, los que sean, están concentrados en pocas manos. Solo cuando la prosperidad se expande, lo más que sea posible, y equilibramos a la sociedad es que crecemos. Pienso que en ese momento estamos y ahí todos tenemos un deber que cumplir.

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