Enfrentando realidades paralelas: Reflexiones desde de una mujer judía en el 8M

Enfrentando realidades paralelas: Reflexiones desde de una mujer judía en el 8M

Enfrentando realidades paralelas: Reflexiones desde de una mujer judía en el 8M

Por Tania Metta

En algún universo paralelo, no tan lejano de mi realidad, mi hermana, alguna amiga o yo podríamos habernos organizado para asistir a un festival en el desierto un 7 de octubre cualquiera.

En algún universo paralelo, no tan lejano de mi realidad, un 7 de octubre cualquiera podría haber sido víctima de violencia, maltrato, violación, secuestro y asesinato.

En algún universo paralelo, no tan lejano de mi realidad, incluso después de 150 días de mi desaparición, mi familia seguiría esperando mi regreso mientras sufro abusos físicos y psicológicos a kilómetros de mi casa.

En algún universo paralelo, no tan lejano de mi realidad, mis hermanas sororas, con quienes he marchado, luchado, educado y apoyado, no habrían condenado lo que me sucedió ni habrían exigido mi regreso. En su lugar, podrían haberme dado la espalda por mi religión o por tomar una postura política.

En un 8 de marzo, completamente real en mi vida, siento un escalofrío. Tengo emociones encontradas, ansiedad y miedo. No es un miedo a lo que pueda pasarme, sino miedo a presenciar que esta lucha en la que siempre he creído pueda excluirme o ser selectiva. 

También es miedo a lo que pueda sentir al participar en una marcha donde me advierten que no lleve algo que me identifique como judía, o por no levantar la voz para exigir justicia o la liberación de quien, en algún universo paralelo, no tan lejano de mi realidad, podría haber sido yo.

Este poema, escrito desde el dolor, fue una expresión de lo que sentía días antes del 8M, y también reflejaba lo que muchas mujeres en la diáspora y en Israel podrían sentir sobre su identidad, como judías y como feministas. El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, debería ser un momento de unidad y solidaridad entre todas las mujeres, sin importar nuestras diferencias. Pero este 8M, sentí un peso en el aire, una sensación de hipocresía que no puedo ignorar.

Me preguntaba dónde estaría el mundo si algo así me hubiera sucedido a mí. ¿Seguirían mirando hacia otro lado? Este sentimiento de abandono me llevó a cuestionar cómo levantar mi voz. Antes de ir a marchar, me di cuenta de que no solo estaba apoyando a “las feministas”, sino que todas las mujeres judías que queremos marchar también somos feministas. Marchamos por lo que pasó el 7 de octubre, pero también por lo que sucede todos los días en México y alrededor del mundo. Me di cuenta de que lo que realmente tenía que cuestionarme era la verdadera solidaridad que existe en la lucha feminista.

Mi poema surge de ese lugar de dolor y miedo, pero también de una firme convicción de que todas las mujeres merecen justicia y libertad. La polarización y la exclusión no tienen lugar en una lucha que debería ser inclusiva y aceptar a todas las voces. Es hora de que todas las mujeres nos unamos en solidaridad y trabajemos juntas para crear un mundo donde todas puedan vivir libres de miedo y violencia.

Durante la marcha, cantaban “la culpa no era mía, ni de dónde estaba, ni de cómo vestía”, pero faltaba “ni por dónde vivía ni la religión que seguía”. Como sociedad y como movimiento feminista, aún tenemos un largo camino que recorrer. Hemos logrado mucho, pero aún nos queda mucho por lograr.

1 Comments

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    19/03/2024

    Judith

    Wow. Muchísimas gracias por compartir. 👏👏👏

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